jueves, 25 de octubre de 2012

XII - Felpa en las entrañas.

Terciopelo áspero vivo cuan níspero, era su peculiar coraza.
Un mar de algodón, órganos y sistemas, coronados por un dispositivo de metal, su corazón.
Sistemas orgánicos cosidos por cuerdas de paja y seda.
Crueldad estampada en un abrazo cálido y fraternal.
Un golpe seco en el abdomen le iluminaba los ojos.
Una cremallera en el costado, le podía desangrar.
No podía ver, pues el ojal de sus párpados estaba cerrado por botones.
No podía hablar, tenía el hocico cerrado.
Quería gritar, inmolarse, explotar y arder.
Sólo jugaban con él.
Niños de todas las edades, todo tipo de manos, todo tipo de hogares.
En la cama, en el sofá, contra la pared, otra vez en el sofá.
Hasta que asimiló que la felpa la podía moldear,
que su corazón era un frío mecanismo de plástico y metal,
con una pizca de electricidad;
que podía ver por los orificios de los botones, y que tal vez no pudiera hablar...
pero podía gritar, gruñir, y expresarse de forma animal.
Se enteró de que por la cremallera podía meter cemento,
un sólido condimento a su felpa primaveral.
Y que con zarpas y un momento,
podía despedazar sin sentimiento
corazones de plástico y cristal,
con garras de frío intenso,
mataba cualquier animal.
Las entrañas de felpa fliparon,
el peluche triste mudó la piel,
se volvió lija viscosa,
envenenada y peligrosa,
y muchas veces quien lo toca,
acaba obsesionándose con él.
Pero al parecer sigue la impronta,
de que si lo pateas en el pecho, se le iluminan los ojos rojos,
y dice "i love you" o yo que sé...

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