Vomitaba palabras con las manos, rumiaba oraciones complejas con clicks fugaces.
Pintaba con sintagmas lo esmegmático de su fauna interior.
Esculpía sobre papel lo que tejía su entorno.
La percepción, su percepción, un aliento de sensaciones.
Dos caras de la misma moneda, la superficialidad más extrema y la profundidad más mórbida.
Las risas y los llantos.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Construía corazas de cerámica, para encerrar un íncubo de frivolidad.
Sometía la carcajada a base de acidez.
Quería ser amado, acababa siendo poseído. Objeto de calidad insuperable pero barato.
Entre arcadas, reía, entre carcajadas vomitaba.
El mundo era horripilantemente hermoso y delicadamente salvaje.
Cuando Pensaba demasiado, encontraba un vacío dentro de un caos.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Eterno debate, cristalinamente opaco.
Brotes floreciendo marchitos, dispuestos a contar un cuento sobre un cáncer no nacido en Julio.
Raíces segadas a contrapelo. Incertidumbres.
Abolición decapitada de emociones demasiado vulgares.
Entrega elegante al cilicio de la autocrítica.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Fantasía tridimensional de aquelarre pagano.
Flores de loto del recuerdo.
Laberinto de indecisión.
Una bestia en el centro, con alas y aureola.
Émesis de reflejos en un patíbulo de vanidades.
Luces en la oscuridad, focos para la foca.
Aplausos, sardina y chapoteo de felicidad.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Frialdad camuflada en una pira funeraria.
Intentó ser compositor de perversiones guturales.
Pentagramas de safena, goteando a la entrepierna.
Hambre de Amor.
Respondió a la llamada de Noé, pero viajó solo en el arca.
Se comió a Sem, Cam y Jafet; y se cagó en la rama de olivo de la paloma.
Lago cristalino lleno de humor vítreo y negro.
Caníbal sediento de romanticismo, pero alérgico a él.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Una masa de barro,
Una mole de basalto.
Una pena con pene.
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