miércoles, 25 de diciembre de 2013

XXXII - Enterrado vivo

Cuando abrió los ojos, lo único que vio fue oscuridad, penumbra. Cuando trató de incorporarse se golpeó la cabeza. Perplejo miró donde estaba, en qué lugar se encontraba. Tocó con las manos y por la forma que percibió, pese a su nefasto sentido espacial, concordaba con un ataúd. Estaba enterrado (o no) pero dentro de un ataúd. Era gracioso, pues siempre había vivido con la sensación de estar dentro de uno, de ser la fragancia de recipiente de putrefacción. A veces pensaba que su corazón era una madriguera de gusanos que espantaba a la gente de su alrededor. Era un muerto en vida. Enterrado en la rutina. Encerrado en una vida triste. Aunque ahora podría presumir de estar en las entrañas de la tierra, en el útero de la biosfera.

Se sorprendió a si mismo autocompadeciéndose de su situación, pero sin intentar salir. 
Hablando consigo mismo de por qué estaba allí y de que parecía el desenlace idóneo para su vida, pero sin gritar buscando ayuda.
Se descubrió solo pero a la vez abrigado por tierra, en un sepulcro de madera.

Se animó a intentar salir, pero pensó que no era la rubia de Kill Bill.
Mientras pensaba sabía que el oxígeno disminuía más rápido que el mecanismo de un reloj de arena.

Siempre pensaba que moriría solo ¿Para qué salir? Así adelantaría el proceso. Arrepentirse era lo que estaba acostumbrado a hacer, afrontaría su situación aceptando su final.

Entre pensamientos parásitos, una sed le poseía, "tengo mucha sed" se decía. Fue entonces cuando se tocó el cuello y notó la zona dolorida. Cuando notó como los colmillos le crecían. Era un vampiro encerrado muriéndose de sed.¿qué clase de mente retorcida pensaría así?. Fue entonces cuando se dio cuenta de que era mejor que la rubia de Kill Bill y que era momento de empezar a actuar más que lamentarse. Era el momento de ignorar los espejos y dejar de reflejarse, era la ocasión de desangrar para satisfacer su sed. Era el carnaval del instinto. Una orgía de sangre. Un príncipe del infierno. Era el momento de obrar. Y nunca le había gustado tomar el sol.

Así fue como el nosferatu recuperó su vida, y el muerto viviente se quedó en un ataúd enclaustrado.
Aunque este vampiro era especial prefería que se la chuparan a chupar y con las estacas no tenía tantos problemillas.

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