lunes, 27 de agosto de 2012

VIII - Ángel de Barro

Era uno de esos días, en que al mirar el cielo, contemplabas la oscuridad más recóndita de chubascos, cúmulos y cirros, un luto celeste y atormentado, que vomita rayos a la más mínima de cambio. Era uno de esos días, en que corría el viento, te entraba frío, te estremecías y mirabas el suelo, buscando una moneda o algún peculiar tesoro, era un día de esos en los que el suelo era un pantano, suelo no asfaltado, viscoso y enlodado, un suelo que te manchaba al andar, era uno de esos días ,en que todo olía a humedad, a catarro y a lluvia. Un día en que los niños de la favela tenían que andar con mil ojos, más si no tenían hogar. más si no tenían pertenencias a penas. más si su ropa calada les empapaba la piel. más si se constipaban y acababan con una gripe que no podían tratar. Era uno de esos días tan corriente para los demás, pero en el que la corriente del río próximo amenazaba con derrumbar los cartones en los que vivían. Felipe, tenía ocho años, estaba consumido por el hambre, era de los mayores del lugar, vivía recolectando basura, Andrés de trece, era prostituto ocasional, efebo de piel morena para los turistas y los lugareños, conseguía comida, el resto se ocupaban de no ser atrapados por los traficantes de órganos, por mantener su falsamente llamado hogar. un día el río les aplastó, el suelo los enterró y la vida siguió. Pasaron a ser ángeles de barro. Nadie hablará de ellos en los telediarios. Nadie los llamará por su nombre. Nadie llorará su muerte. Nadie haría nada ni aunque los encontraran muertos en un contenedor. los ángeles de barro deberían cambiar de agente de publicidad. ángeles de barro de acento brasileño. ángeles sepultados por los pecados de la sociedad. alas rotas inundadas de tierra y escombro, olvido y suciedad. infancias rotas nunca terminadas, lágrimas pocas, gritos silenciados, en una avalancha de barro. aullidos sordos, casi ahogados, en lodo sepultados. hogar de las musarañas, en una tierra de entrañas.

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