jueves, 20 de diciembre de 2012

XIV - Carrusel de cadáveres II, "El Rascacielos de Obsidiana"

La doctora Esfenoides, yacía tirada en el suelo de mármol del despacho. Tras haber leído su identificación y haberla robado la ropa y la identidad, se dedicó a contemplar a  la mujer joven de piel blanca y rubia, y a su conjunto de ropa interior.
El despacho estaba decorado de forma elegante y relajante, por el alfeizar de la ventana, se podían contemplar unas rejas rojizas y en la pared posterior a la silla del despacho, un mapa de lo que parecía ser un rascacielos, "el rascacielos de obsidiana".
Tras estudiar el cuadro, amordazar y atar a la mujer con sus medias y su ropa interior, y comprobar que no hubiera cámaras en el despacho, se decidió a salir por la puerta.
Un pasillo gris, sombrío y de suelo verde pantanoso, recorría una trayectoria extraña, entre puertas de color negro, algunas con manillar, otras con cerraduras, algunas con número, otras con cadenas.
Es lo que tenía "el séptimo infierno". Avanzando por el pasillo no se encontraba con nadie, y siempre acababa en el dintel de la misma puerta, pintada de rosa y con una placa metálica que dictaba "Doctora Esfenoides".

Por más que retrocedía, giraba, avanzaba o se volvía, siempre volvía al punto de origen.
Había siete puertas en la pared opuesta a donde se encontraba el despacho del que había salido, y tres, sin contar la suya, en su mismo lado.

La puerta número 1, era de color negro y metálica, con espolones a lo largo de su superficie, y un manillar de color blanco.
Cuando giró el pomo de la puerta, se adentró en la sala, una habitación sombría y alargada, en la que costaba discernir que había debido a la falta de luz.
Tras buscar por la pared algo parecido a un interruptor, un clic dio paso a un amanecer.
Lo que vio a continuación causó una expresión de horror, un grito mudo, una profunda nausea.
Al lado de las paredes de la sala, había muebles que se extendían de un lado a otro, en los que había sabanas blancas con manchas rojizas e instrumentos metálicos de variadas formas sobre ellas.
Al fondo de la sala había una pizarra con anotaciones que no entendía en tiza blanca.
Lo que de verdad le impresionó, fue la mesa metálica alargada, con un grifo con sumidero en la cabeza, y la forma blanca que se contorsionaba bajo un níveo telar.
Se fijó en que la mesa estaba fija en el suelo por bloques de cemento, y se fijó también en las diversas formas extrañas, estáticas y grotescas, que había bajo las sábanas negras a lo largo de la habitación.
Se acercó despacio hacia la mesa cercana a la pizarra del fondo, siendo cada paso una búsqueda silenciosa, inquieta y voraz, cuya banda sonora eran los movimientos de la mesa.
Una vez que llegó, y tras pensar unos instantes, destapó lo que fuera que se movía.
Un joven de unos 16 años estaba desnudo, pálido de piel y de pelo negro y rizado, con una ligera barba incipiente, y una bola de plástico negra en la boca, sujeta por correas negras atadas en su nuca,
se movía tratando de liberarse de las cadenas de metal que le oprimían las muñecas, la cadera, y los tobillos.
Sus ojos verdes le miraban suplicando la libertad, pidiendo clemencia; sus hematomas purpúreos instigaban la compasión, su cuerpo desnudo le miraba también suplicando otro tipo de necesidades, pero se decantó por la primera.
 Fue hacia los muebles a coger algún utensilio que le permitiera liberarle de su prisión.
Tras examinar la siniestra colección elegió una sierra y unas brocas, y se dispuso a volver al altar donde estaba el joven.
Fue al pasar, por una de las figuras abstractas cubiertas en negro, cuando se cayó el manto oscuro y se liberó su contenido estomacal, tras una violenta arcada.
Un anciano, cuyo macizo facial parecía esculpido en piedra, apareció de las entrañas de lino negro. El hombre rígido como una figura de Pompeya, sólo movía los ojos, sin pestañear. Unos ojos, dilatados, hermosos y débiles, que susurraban miedo. Tenía cicatrices por todo el cuerpo desnudo, parecía una obra de taxidermia. Una baba se le caía por la barba cenicienta.
Recuperado del susto, del asco y tras comprobar que no hablaba, se dirigió a la mesa, donde tras varios intentos bricomaníacos, liberó al joven de sus cadenas.

- Ellos querían hacerme lo mismo que a mi comunidad, sollozaba el joven mientras movía una sábana y se la ajustaba a modo de túnica. Una sucesión de destapes, sollozos y nombres como: Elijah, Miriam, Silas, Edén.. galopaban simultanea y cronológicamente de la mano.
- ¿Cómo te llamas chico? ¿Cuántos años tienes?
- Tras conseguir parar de llorar, y levantar la cara con ojos llorosos, una voz quebrada dijo "Azazel" y tras otro sollozo "17"
- ¿Sabes si se pueden recuperar tus amigos Azazel? preguntó con una sonrisa que trataba de ser sosegada.
- No lo creo, vi como les abrían el craneo y les extirpaban partes del cerebro, que según oí, bajaron al "bleu palace". Tras esa intervención, los llevaban a otra sala de donde volvían ya rígidos, como figuras. Por lo que dijeron en "Tercio-a-pelo", en esta planta castigan nuestra soberbia.
El séptimo infierno, consume la soberbia, creando esculturas vivas que perduran un tiempo ilimitado, en un museo sin visitantes, cogiendo polvo, y perdiendo vida.
- ¿Pero que clase de sitio es esta torre? ¿Cuánto llevas aquí? y lo más importante ¿cómo salimos?
- Esta torre es la clínica oscura, la vigía inmaterial, el rascacielos de obsidiana, donde se tratan los pecados de las personas, las perturbaciones de la mente, y los daños al espíritu. No se cuanto llevo aquí, sólo sé que vine con mi comunidad al "Circo de los Horrores", y acabamos en "Tercio-a-pelo", fue entonces cuando se le fragmentó la voz, y empezó a llorar otra vez, moviéndose cuan balancín de alante a atrás, En esa planta nos obligaron a hacer... dijo antes de que un sollozo le cortara... cosas horribles. Cuando lady Amandei se dio cuenta, de que no eramos las marionetas perfectas que necesitaba en el "túmulo de seda", nos mandó aquí. Dijo antes de estallar bramando otra vez.

No sabría explicar cuanto tiempo pasó, cuanto tiempo estuve allí consolando al pobre llorón, pero siempre estaba pendiente de la puerta. Una vez que Azazel se calmó, se pusieron de nuevo en marcha. Y fue así, como llegaron a la puerta número dos, cercana y en la misma pared, que la puerta del despacho y que la puerta número 1. La madera de la nueva era púrpura. No había manillar pero si se empujaba se desplazaba silenciosa, abriéndose paso a un ambiente nuevo.

El suelo era de baldosas negras y amatista, el aire olía a limón, a lavanda, y se oían gritos, susurros, voces, suspiros, gemidos de dolor, gemidos de placer y gritos de entusiasmo. Tras seguir andando por un pasillo alargado, del que colgaban tapices de sirenas, una sala cuadrada llena de bañeras, piscinas, jacuzzis y duchas se mostró ante ellos.

"La mansión balneario es el retiro del cansado en la planta número siete" - avisó la megafonía.
"Se encuentra cercana a la puerta número 1, el taller museo de lobotomías, donde los soberbios se muestran a la nada" - continuaba la dichosa voz de mujer.
"La mansión balneario es un refugio para víctima y verdugo, puede ser cielo e infierno, siempre que el usuario sea humilde o no".

Unos pasos ligeros como de tacones empezaron a oirse, y al instante, un joven de piel oscura, con pantalones ceñidos de cuero y zapatos negros de tacón con pinchos de metal, y torso descubierto mostrando su musculatura, apareció ante ellos:

- Bonjouuuuuur! dijo gritando en éxtasis, vosotros debéis ser el joven Azazel y Llagas. Permitidme daos la bienvenida a la mansión balneario.

la cara de sorpresa y alerta extraña que apareció en sus rostros hizo seguir hablando al tercero en discordia.

¿Pero cómo sabía lo de LLagas? ese nombre...






miércoles, 21 de noviembre de 2012

XIII - Carrusel de Cadáveres

"¡El circo de los horrores ha llegado a su ciudad!", "la funesta bacanal feriante les cautivará señores y señoras", "No se pierdan nuestras actuaciones, en nuestro nuevo asentamiento" - iba gritando con un megáfono una figura cubierta en un traje pixelado a cuadros negros y blancos. Un espantapájaros consumido, de piel nívea y uñas de paja quebradiza. "No se pierdan nuestra inauguración, les seducirá" - decía mientras contorneaba los labios en una expresión de despreocupación y luto simultaneamente.

La ciudad no paraba de contemplar los pasacalles con curiosidad demasiado explícita, así fue como me enteré de la existencia del circo de los horrores. Hasta vi el nefasto pasacalles, en el que el arlequín rocambolesco llamado Barón Astrágalo, hacía publicidad mientras se contorsionaba y hacía piruetas, rodeado de su séquito de silenciosos acompañantes, la compañía de bufones "Silencio Óseo". Así fue como llamó mi atención, como decidí ir, a contemplar su caótica y experimental obra.

No tuve que esperar en la cola una eternidad, era como si el tiempo no influyera en el circo de los horrores. Una vez dentro, me dediqué a ver las instalaciones, que aunque se llame circo, no os conduciré a error, era más bien un parque de atracciones.

"En el circo de los horrores, en la casa del terror, no hay espejos deformantes, hay espejos de verdad"
"En el circo de los horrores, el público no aplaude, guarda silencio"
"En el circo de los horrores, no hay comefuegos, hay canibalismo"
"En el circo de los horrores, los leones no están domesticados, andan sueltos"
"En el circo de los horrores, la magia no es prestidigitación, es negra"
"En el circo de los horrores, la montaña rusa, se llama Calvario"
"En el circo de los horrores, todo está permitido, pero todo es castigado"
"En el circo de los horrores, no hay verdugos, sólo víctimas"
"En el circo de los horrores, los cristianos mueren devorados"
"En el circo de los horrores, en las cafaterías sirven recipientes vacíos, larvas y gusanos"
"En el circo de los horrores, reinan el terror, la angustia y la soledad"
"En el circo de los horrores, los circenses llevan piel desollada en vez de maillots"
"En el circo de los horrores, el terror no sólo habita en una casa tétrica, baila libre"
"¿lucharás contra el horror o serás parte del mismo?"
Decía una voz grave, en la entrada al recinto, unas dunas de arena negra que rodeaban una gigantesca jaula de barrotes rojos, y muros de piedras violetas, que contenían el susodicho negocio.

y allí estaban esos ojos azules mirándole friamente, diciendo que el circo de los horrores no existía y que si se estaba tomando la  medicación. Fue entonces cuando recordó donde estaba, la planta séptima, con un pijama verde.

Fue entonces cuando se dio cuenta, de que tenía que escapar de allí y volver al circo de los horrores, siempre que no estuviera dentro del mismo...

Me la estoy tomando doctora, claro que no fue real... pero fue tan real.
Mientras asentía de esa forma tan molesta, fingiendo que le hacía caso y que le preocupaban sus problemas, cogió rápidamente la grapadora de la mesa de ébano del despacho y golpeó con ella en la cabeza a la doctora, antes de que pudiera pedir ayuda.
Robó su bata, robó sus llaves y con unas tijeras de un cajón, emprendió su escapada, del "Séptimo infierno", una de las atracciones que había leído en el puesto de información del parque.

"En el Circo de los horrores, se puede entrar, no salir" repetía en su recuerdo la voz.
Era hora de revelarse.



jueves, 25 de octubre de 2012

XII - Felpa en las entrañas.

Terciopelo áspero vivo cuan níspero, era su peculiar coraza.
Un mar de algodón, órganos y sistemas, coronados por un dispositivo de metal, su corazón.
Sistemas orgánicos cosidos por cuerdas de paja y seda.
Crueldad estampada en un abrazo cálido y fraternal.
Un golpe seco en el abdomen le iluminaba los ojos.
Una cremallera en el costado, le podía desangrar.
No podía ver, pues el ojal de sus párpados estaba cerrado por botones.
No podía hablar, tenía el hocico cerrado.
Quería gritar, inmolarse, explotar y arder.
Sólo jugaban con él.
Niños de todas las edades, todo tipo de manos, todo tipo de hogares.
En la cama, en el sofá, contra la pared, otra vez en el sofá.
Hasta que asimiló que la felpa la podía moldear,
que su corazón era un frío mecanismo de plástico y metal,
con una pizca de electricidad;
que podía ver por los orificios de los botones, y que tal vez no pudiera hablar...
pero podía gritar, gruñir, y expresarse de forma animal.
Se enteró de que por la cremallera podía meter cemento,
un sólido condimento a su felpa primaveral.
Y que con zarpas y un momento,
podía despedazar sin sentimiento
corazones de plástico y cristal,
con garras de frío intenso,
mataba cualquier animal.
Las entrañas de felpa fliparon,
el peluche triste mudó la piel,
se volvió lija viscosa,
envenenada y peligrosa,
y muchas veces quien lo toca,
acaba obsesionándose con él.
Pero al parecer sigue la impronta,
de que si lo pateas en el pecho, se le iluminan los ojos rojos,
y dice "i love you" o yo que sé...

sábado, 29 de septiembre de 2012

X - Carmín

Pinceladas de Carmín, eran su obra maestra, el centro de atención, la cúspide de la vista, un rojo entusiasta y apasionado, cubriendo sus carnosos labios, el sello de cera de un beso, en una piel, un rojo espeso. Carmín. Rojo como su vestido escotado y corto de lentejuelas. Rojo como el color de sus tacones.
Rojo como la firma de sus felaciones. Granate y Bermellón.
Siempre pensaba que Bizet se equivocó, y bastante. En vez de ir al norte fue al sur.
Camaleón adaptable de género confuso, pero de color carmín en la conjunción de ladrillos de su esquina.
Y así fue, como brotó una fuente carmín, cuando un grupo de hienas, jugaron al baseball con ella. Carmín. No habrá óperas, tal vez tres líneas en el 20 minutos. Carmín. Golpes de bate por acá, puñaladas por allí. Y clavó su pupila en mi pupila y sólo ví Carmín, tonto de mí, me cambié de lado con diferente resultado, pensé en Tarantino y volví a ser feliz.


IX - Princesa de Porcelana

Marea negra enredada y salvaje, con efecto fijación ventisca. Torbellino azabache apuñalado por horquillas de plata envejecida. Intemperie sombría, súcubo y vírgen, con un halo de hortensia.
Abominablemente Hermosa, deslustrada y a la vez preciosa, labios rojo lupanar, cuerpo níveo, gélido, hipotérmico, anélido, cristalino y demencial.
Figura sólida, estática, antártica, pálida y cerámica.
Origami personificado, perfectamente doblado, recubierto de purpúreas sedas.
Espantapájaros imperial y cruel.
Concubina de papel.
Juguete de Cristal, marioneta sexual.
Coitos árticos en un palacio muy plástico.
Rimmel y Carmín.
Movimientos de abanico, todo tipo de meneos, acentuando el devaneo de una pelvis inmaterial.
Eterea y Salvaje.
Posesiva y Fantástica.
¿Sarcástica?
Perfume y Corsé.
Reina del vidé.
Sirena ártica, sumisa y sádica.
rehén y criminal.
Sin seguridad Social.
Princesas de Porcelana en Vitrinas de Asfalto.
polvo y más polvo, y polvos y más polvos.
Cuestión de Senos, Cosenos y Arcotangentes.
Funciones muy sensuales como para detenerse en ellas.
demasiadas x pocas y.
"Nací Princesa porque zorras sobraban"
tal vez las princesas sean zorras que se coronaron...
Reflexión..

lunes, 27 de agosto de 2012

VIII - Ángel de Barro

Era uno de esos días, en que al mirar el cielo, contemplabas la oscuridad más recóndita de chubascos, cúmulos y cirros, un luto celeste y atormentado, que vomita rayos a la más mínima de cambio. Era uno de esos días, en que corría el viento, te entraba frío, te estremecías y mirabas el suelo, buscando una moneda o algún peculiar tesoro, era un día de esos en los que el suelo era un pantano, suelo no asfaltado, viscoso y enlodado, un suelo que te manchaba al andar, era uno de esos días ,en que todo olía a humedad, a catarro y a lluvia. Un día en que los niños de la favela tenían que andar con mil ojos, más si no tenían hogar. más si no tenían pertenencias a penas. más si su ropa calada les empapaba la piel. más si se constipaban y acababan con una gripe que no podían tratar. Era uno de esos días tan corriente para los demás, pero en el que la corriente del río próximo amenazaba con derrumbar los cartones en los que vivían. Felipe, tenía ocho años, estaba consumido por el hambre, era de los mayores del lugar, vivía recolectando basura, Andrés de trece, era prostituto ocasional, efebo de piel morena para los turistas y los lugareños, conseguía comida, el resto se ocupaban de no ser atrapados por los traficantes de órganos, por mantener su falsamente llamado hogar. un día el río les aplastó, el suelo los enterró y la vida siguió. Pasaron a ser ángeles de barro. Nadie hablará de ellos en los telediarios. Nadie los llamará por su nombre. Nadie llorará su muerte. Nadie haría nada ni aunque los encontraran muertos en un contenedor. los ángeles de barro deberían cambiar de agente de publicidad. ángeles de barro de acento brasileño. ángeles sepultados por los pecados de la sociedad. alas rotas inundadas de tierra y escombro, olvido y suciedad. infancias rotas nunca terminadas, lágrimas pocas, gritos silenciados, en una avalancha de barro. aullidos sordos, casi ahogados, en lodo sepultados. hogar de las musarañas, en una tierra de entrañas.

VII - Hikikomori

mucha gente cree que mi vida es agobiante. que mi hábitat es limitado. que mi ansiedad es extrema. que me mutilo entre las cuatro esquinas de una habitáculo de inseguridad. muchos tienen razón. muchos no saben cómo son las paredes. muchos no saben que lo que encierro es el resto del mundo, y que sólo en esta habitación soy libre. muchos me juzgan. muchos me analizan. todos me señalan. algunos me olvidan. otros me ocultan. aunque resumiendo soy una mezcla de pena, vergüenza y asombro. pared a un lado, pared al norte, pared al este y al oeste, puerta al sur. en este mi reino tengo un trono, en este mi reino no hay luz, mi gobernador es la oscuridad y mi amante el raquitismo más hermoso, tic tac tic tac, juego a pintar caras en el gotelé, tic tac tic tac, mi pokémon ha subido al nivel 100, tic tac tic tac TOC, ruido sordo, ha sonado el despertador. en mi habitación mando yo, en mi habitación yo decido, yo juzgo y yo señalo. mi habitación, mi tesoro, mi vertedero y mi tumba, mi único apoyo, mi salvación. agorafobia, toc, ansiedad, fobia social, me gusta golpearme contra las paredes para sentirme vivo, me gusta llorar a oscuras pintando placentas mutiladas, fantaseo con morir quemado en un inciendo, asfixiado por la combustión del oxígeno. basura bajo la cama, monstruos en el armario y telarañas en la lámpara de cristal, Diógenes encerrado en una esfera marginal, amor de marvel tatuado, a base de x e y en un universo no cartesiano. tic tac, sueño o pesadilla, tic tac, hasta que algo empezó a oler mal, algo que giraba colgando del ventilador, de la pequeña habitación, diecisiete años de fracasos y seis meses de infelicidad, un cadáver ya no fresco y mutilado, descompuesto y demencial.

miércoles, 8 de agosto de 2012

VI - V de Verónica

En un reino de cristal, en un trono de marfil, en un corsé de que dirán, en un ritual cereo a la hora cero, en un universo de reflejos, en una jaula de agua marina, en una dieta asesina, en un hábito mortal. Verónica.

Un blanco crudeza cubría apolillado su delicado y fragil cuerpo, simbiosis de huesos, plástico y un conjunto de ropa interior, puzzle enigmático, títere de cuerdas rotas, encaje bordado en un muñón de seda fino, un lago negro, oscuro y opaco, un beso frío, suave y lento, una contractura gélida y hermosa de figurilla de cera, de cerámica entera.

un blanco crudeza que cubría su anémica superficie, una corona de espinas elevada en su cabello, ensangrentado pañuelo de pocos hilos y poca masa; toallas esparcidas a modo de orgía sobre la superficie de su hogar, de baldosas de mármol de Carrara... jaula de placeres espumantes, donde tenía su sobredosis de eméticos.
Tirada en cuerpo presente, en decúbito supino, se metía los dedos, se masturbaba y vomitaba, hacía el amor con su faringe, ante la mirada atónita de su masoquista glotis.
Ninfa doméstica eterea pero no hetero...más bien asexual.
Su habitación la atesoraba, bailaba, se bañaba, se peinaba, hasta que un día descubrió que podía ver a traves de su espejo, veía a alguien diferente, que no era ella, a caso estaba loca.. tal vez.

Princesa que tocaba el lavabo con su cetro, un rollo de papel, haciendo reverencias de clemencia, por la más siniestra inocencia, la belleza más cruel.
Se derrumbaba en el suelo, dispuesta a no salir hasta ser la flor delicada, que cada día se veía más grande... decidió consumirse hasta explotar, pero su ligero golpe contra la puerta, la rompió dos costillas, una tortura pleural.

Sentada en su trono, de pie, o de costado, pero siempre con la aguja marcando el ojalá, un peso pesado de alondra vespertina, sílfide viperina, venenosa a ella sin más...

Por eso ante el espejo, a oscuras y con una vela, di siete veces Verónica, con un cirio y un cabello dorado, seis velas de cera blanca y un cabello dorado, representan su pasado, la otra vela encendida, la da permiso a masticar, deja que devore, que se sacie, y que se atragante en un sepelio espectral, así el maldecido se sentirá digerido en el hambre más letal.
Brindis de cubiertos.

sábado, 17 de marzo de 2012

V - Venus en Pieles

Dentro de mi séquito celestial, yo soy el que manda, el número uno, mi reino es demasiado vanal, pero mi trono es de realismo filosófico, rodeado de espejos deformados. Soy Venus en Pieles, seduzco y enamoro, con desabrocharme dos botones, provoco y sobresalto, con bajarme un poco los pantalones. Es tan fácil para mí, el jaquemate de seducción, es tan fácil conseguir en un ser vulgar, una erección. Venus de Pieles. Ese es mi apónimo. Ese es mi pseudónimo. Ese es mi nombre. Venus de pieles. Nadie me hace frente, Nadie se queda de pie, me hacen reverencias, me miran el paquete, no paran de observarme por delante y por detrás, me hago inocente, soy inocente, incandescente, afortunado de tí, si esa noche voy caliente. Venus de pieles. Dios de la lujuria. Vulgares Gusanos, donde la mariposa más vistosa es mi propio reflejo. Me aburrís. qué Fácil es ser un Venus de Pieles. Mato mapaches, osos y lobos, y les uso de pijama, tengo un armario con demasiados trajes, confeccionados con las pieles de mis feligreses más devotos. Me aburro, juguemos a la taxidermia, me entretengo, acariciame la entrepierna. En fin, qué soez, Venus de Pieles se muere de asco en su trono. Rey sin corona, busca tesoro.

IV - la princesa de la calle del oeste

Todo el mundo al oir hablar de la princesa del Oeste, me miraba con la misma cara, atónito reflejo de un miedo entremezclado con un respeto sepulcral, y miradas incriminatorias. Generalmente, sólo se limitaban a mirarme, a analizar mi alma, me miraban impasibles, atravesándome, buscando algún rastrojo de algo que no sabía que era.

Nadie en el Barrio Judío de la ciudad, contestaba a mis desafortunadas preguntas por esa mujer incógnita de sangre real, por más que lo intentaba, o describía quién era y qué hacía, todo el mundo me miraba con ese desprecio repulsivo mezcla de culpa y de compasión. Detrás de sus gafas, de sus barbas, de su aire rabino, o de sus narices afiladas.

No sabía qué hacer, había empezado a buscar a la Princesa, por ser la persona que podría decirme algo sobre el paradero de Él. Pese a haber sido un par de días, sólo un par, sigo pensando que fue una conexión especial, uno no puede mantener a un ángel cerca, si no le corta las alas, y este ángel, era demasiado bello como para arrancarle una sola pluma. Pensaba entonces en sus ojos, rodeados por esas ojeras oscuramente violáceas que tanto me gustaban en la inmesidad de su rostro pálido y alargado, palidez del resto de cuerpo perfectamente encantador, que esos dos días no podía parar de tocar, de mirar, de lamer. Pensaba en el pelo rizado, en su dinámica y su estática, en su suavidad y su textura, y pensaba, en la maldita princesa de la calle del Oeste, nombre en clave, de la madame más famosa de la ciudad, mezcla de geisha clásica y meretriz vulgar y corriente, que había adquirido poder dentro de la ciudad por dirigir las redes de prostitución de la ciudad de Lis. Al parecer, Él, por el tatuaje que pude ver en su nalga izquierda, era miembro de esa red, un concubino suculento de los bolsillos más afortunados, pero que había yacido conmigo una y otra y otra vez en esos dos días, sin buscar dinero o recompensa, más allá de la atracción recompensada.

Deambulando por la zona Oeste de la ciudad, me encontré en una esquina a algo que podría ser "la princesa de la calle del Oeste", cuál fue mi sorpresa al descubrir que dicha princesa no era otra cosa que mi amante travestido.

Ahora tengo una orden de alejamiento, al parecer simplemente fui un klínex para Él, traté de repetir el ser usado y tirado, y el usar y tirar, pero salió mal... y ahora tengo una orden de alejamiento.

Maldita princesa de la calle del Oeste, que ni es princesa, ni es especial, pero me pegó una venérea y me sorbió la mente.
Puta Puta!

Ahhh Ahora tengo una orden de alejamiento, tendré que contratar su amor disfrazado de príncipe.

miércoles, 14 de marzo de 2012

III - El inquilino de la Jaula

Me río de los que se quejan de que un piso de treinta metros cuadrados, es insuficiente, decía alargando las "es" de la palabra insuficiente, me destornillo con los que viven en la intemperie más absoluta, yo tengo todo el espacio que quiero, mis necesidades completas y el amor más imparcial y absoluto que jamás he sentido, decía mientras movía sonriente la cabeza en un sentido ascendente y descendente intermitentemente hablando. Sus ojos miraban al horizonte, con una expresión de felicidad, que denotaba que ya sabía el final de la historia, que le gustaba ese final, y que en la sombra de su hogar, hacía fotosíntesis siniestras, que le mantenían con vida a costa de su imc algo superior a la media.
Desde que estoy aquí, soy feliz, he podido pensar, tengo un cuenco para beber, un cuenco para comer, y un cubo para el resto de funciones fisiológicas que puede llegar a tener un hombre feliz plenamente, seguía diciendo mientras su cabeza seguía con su automatismo característicos.
Ahora puedo meditar, sin obnubilaciones vanales, ahora puedo respirar, mientras transpiro sin ropa, sólo veo luz en esta oscuridad, ¿cómo podría ser más feliz? preguntaba en alto, con rasgos de sobresalto.
Juegan conmigo todo lo que pueden, decía mientras señalaba marcas de lo que podrían haber sido cigarrillos, mi dueño me quiere a mí y solo a mí, nunca me he sentido más libre que ahora que estoy encadenado.
¿al fin y al cabo amar, no es atarse a una persona de forma absoluta y anclar tu vida en la jaula de una relación? soy feliz porque amo, amo de manera absoluta, pero no confundas, yo no amo, yo no esclavo, yo ladro sólamente si me lo mandan, yo bueno... decía mientras alargaba la "e" de bueno, mientras seguía sonriendo anodinamente mirando el infinito con cara de felicidad sectaria.
Si me compras en una tienda, en un baño, o en una discoteca, no me abandones en una carretera, atropéllame así sufriré menos, decía mientras se frotaba insistentemente contra las barrotes.
Si me conoces y nos enamoramos a los dos días, arráncame el corazón antes de dejarme en una clínica abortiva.
Si crees que me quieres a las 24 horas de conocerme y yo también te quiero, ¿por qué no nos suicidamos juntos? sería tan bonito, tan absoluto, y tan románticamente radical, así nuestro amor no tendrá final... decía con una expresión increíblemente más temiblemente feliz.
PUM! sonó un disparo... y el amor se desparramó por donde debía estar supuestamente, los barrotes de la jaula que encierra el querer a alguien.
¿por qué casi todos buscan o buscamos una llave para entrar en la jaula y luego digerirla lentamente?
alegorías.

II - El coleccionista de Sogas

todo el mundo tiene alguna aficción que no suele compartir con los demás congéneres de la sociedad en la que vive, por miedo a ser la oveja negra, en un rebaño de lobos con minifaldas de lana, así pensaba nuestro protagonista, hombre curtido en el cuero de mil duetos, hombre agitado en las piñatas humanas más diversas, ser lleno de nudos en la garganta, en cuerdas poco vocales, sonoramente hablando. Collares de mil y un tejidos, sábanas santas de cuellos rotos, klínex de cualquier textura, que secaban las lágrimas de sangre yugular de una pieza frágil de porcelana, ébano, o madera según la melanina del encaje.
Le gustaba ser la marioneta, la mascota, el titiritero, el amo, el yoyo, y el tutu, pocas veces el vosotros vosotros. Era un masaje violento, un crujir de vida, un sufrir de placer, un partir de dulzura, y un sentir de luz cálida. Perdía el conocimiento, no se le bajaba la erección. y tenía como recuerdos, de sus contactos con el más allá que pacá, filamentos entrelezados en vudús de sentimientos prohibidos.

Coleccionaba las gargantillas más variadas que se había puesto, pero también buscaba las joyas tiroideas, de cadáveres del siglo xvii, de Salem o de la Inquisición, pero con un beso dulce de fractura, y un último momento pensante mientras el riego cerebral se evaporaba hacia la felicidad más absoluta, parcialmente dolorosa.

Era un experto en hilos, en suturas y en manualidades.
En atar y en desatar.
ni Penélope con su telar, hacía y rehacía tantas veces su aracnoidótica obra.
el Punto P pasó a mejor vida, el con una cuerda daba un punto de sutura sin sutura, que supuraba orgasmos de dolor.
Costurero y Modisto, desde un trágico accidente nadie jamás le ha visto.
alfiletero actual de los gusanos más afilados, vudú con nombre de asfixia autoerótica.

I - El diseñador de ataúdes

ver un ataúd para él era de lo más normal, los peinaba, lavaba, besaba y educaba en las artes fúnebres, los vestía y acolchaba, los quería a su extraña manera, dándolo todo sin esperar nada a cambio, y recibiendo, a cambio, ver cómo otros ocupaban o yacían, en su obra fetichista. todo un suplicio.

sin una expresión identificable en la cara, componía una caja de las más suculentas maderas, frutos de la tierra dispuestos a volver a ella; sus ojeras desvelaban, una estética diferente fruto del insomnio de amor en el que se sumergía cada noche, quedándose a veces sin oxígeno, cuando se le metía serrín por las coanas. la madera de cerezo le encantaba, el ébano le distraía y el abedul lo infravaloraba. Era un arte, una habilidad, el diseñar la túnica de la muerte, justo a su justa medida.

Cortaba, lijaba, pintaba y componía, barrotes dehiscentes fusionados con la cadaverina. botes de fragancias demasiado apetitosas para narices tan lascivas.
componía pentagramas, con golpes sostenidos, en bemoles tallados.

Su amante marchita, siempre le engañaba, hasta que decidió yacer con ella, coronándose como vampiro, Nosferatu o medium de la sensualidad necróptica, y no pudo ser más feliz, al pensar que si un cataléptico despertara, se hayaría tan cómodo que no arañaría a su amante de madera.

Cubiertos de flores y Sedientos de Rosas, así acababan todos, inmersos en la nada, de la tierra con más cipreses, ocultos tras la losa, de frío mármol, en el subsuelo, siendo la puerta a la más incorrupta alegoría.

Pues su trabajo, más que fetiche, era filosofía.

lunes, 23 de enero de 2012

0. el labrador de lápidas

acariciaba la fría superficie de su arte,
sentía la gelidez de la forma que tenía de ganarse la vida, con las yemas de sus dedos.
contemplaba la hermosura de los tonos grises.
era un filósofo existencialista, apreciaba el carpe diem, pero a menudo recapacitaba sobre los efectos secundarios de la dudosa máxima.
poseído en un trance místico de euforia, agonía y melancolía, creaba.
a golpe de cincel, rompía las alas de ángeles de granito, caídos del cielo de su imaginación.
a golpe de martillo, moldeaba su fisionomía, enclaustraba su anatomía, les otorgaba dignidad, emociones, creaba una máscara de piedra, venerada para muchos, venerea para los menos.
para él la muerte, era otra forma de arte.
dibujaba cruces de todas las formas.
inscribía letanías en todos los idiomas.
era el héroe de las plañideras, el consuelo del dolorido, el amor de los ataúdes, el carcelero de la tanatopraxia.
esculpía mausoleos, dibujaba requiescanes in pace, que RIP-eaban almas a ritmo de guadaña etérea.
lavaba con arena sus creaciones, las daba un tono sílice, geoquinéticamente hablando.
su mundo era un tablero de ajedrez, en el que diseñaba peones, reinas, y alfiles. de lado o de perfil.
sombra oscura e invisible en la realidad diaria de la no felicidad.
él no buscaba hechos, decoraba nichos.
él no abortaba diseños, decoraba abortos.
el pelo le olía a ciprés.
la voz le sonaba a requiem, pero en allegro fúnebre.
el sudor le sabía a incienso.
paladín de un campo santo de batalla, emergía de las profundidas y se sumergía en ellas.
diseñador clandestino, cuya pasarela no era La Cibeles, si no la Almudena.