sábado, 17 de marzo de 2012

V - Venus en Pieles

Dentro de mi séquito celestial, yo soy el que manda, el número uno, mi reino es demasiado vanal, pero mi trono es de realismo filosófico, rodeado de espejos deformados. Soy Venus en Pieles, seduzco y enamoro, con desabrocharme dos botones, provoco y sobresalto, con bajarme un poco los pantalones. Es tan fácil para mí, el jaquemate de seducción, es tan fácil conseguir en un ser vulgar, una erección. Venus de Pieles. Ese es mi apónimo. Ese es mi pseudónimo. Ese es mi nombre. Venus de pieles. Nadie me hace frente, Nadie se queda de pie, me hacen reverencias, me miran el paquete, no paran de observarme por delante y por detrás, me hago inocente, soy inocente, incandescente, afortunado de tí, si esa noche voy caliente. Venus de pieles. Dios de la lujuria. Vulgares Gusanos, donde la mariposa más vistosa es mi propio reflejo. Me aburrís. qué Fácil es ser un Venus de Pieles. Mato mapaches, osos y lobos, y les uso de pijama, tengo un armario con demasiados trajes, confeccionados con las pieles de mis feligreses más devotos. Me aburro, juguemos a la taxidermia, me entretengo, acariciame la entrepierna. En fin, qué soez, Venus de Pieles se muere de asco en su trono. Rey sin corona, busca tesoro.

IV - la princesa de la calle del oeste

Todo el mundo al oir hablar de la princesa del Oeste, me miraba con la misma cara, atónito reflejo de un miedo entremezclado con un respeto sepulcral, y miradas incriminatorias. Generalmente, sólo se limitaban a mirarme, a analizar mi alma, me miraban impasibles, atravesándome, buscando algún rastrojo de algo que no sabía que era.

Nadie en el Barrio Judío de la ciudad, contestaba a mis desafortunadas preguntas por esa mujer incógnita de sangre real, por más que lo intentaba, o describía quién era y qué hacía, todo el mundo me miraba con ese desprecio repulsivo mezcla de culpa y de compasión. Detrás de sus gafas, de sus barbas, de su aire rabino, o de sus narices afiladas.

No sabía qué hacer, había empezado a buscar a la Princesa, por ser la persona que podría decirme algo sobre el paradero de Él. Pese a haber sido un par de días, sólo un par, sigo pensando que fue una conexión especial, uno no puede mantener a un ángel cerca, si no le corta las alas, y este ángel, era demasiado bello como para arrancarle una sola pluma. Pensaba entonces en sus ojos, rodeados por esas ojeras oscuramente violáceas que tanto me gustaban en la inmesidad de su rostro pálido y alargado, palidez del resto de cuerpo perfectamente encantador, que esos dos días no podía parar de tocar, de mirar, de lamer. Pensaba en el pelo rizado, en su dinámica y su estática, en su suavidad y su textura, y pensaba, en la maldita princesa de la calle del Oeste, nombre en clave, de la madame más famosa de la ciudad, mezcla de geisha clásica y meretriz vulgar y corriente, que había adquirido poder dentro de la ciudad por dirigir las redes de prostitución de la ciudad de Lis. Al parecer, Él, por el tatuaje que pude ver en su nalga izquierda, era miembro de esa red, un concubino suculento de los bolsillos más afortunados, pero que había yacido conmigo una y otra y otra vez en esos dos días, sin buscar dinero o recompensa, más allá de la atracción recompensada.

Deambulando por la zona Oeste de la ciudad, me encontré en una esquina a algo que podría ser "la princesa de la calle del Oeste", cuál fue mi sorpresa al descubrir que dicha princesa no era otra cosa que mi amante travestido.

Ahora tengo una orden de alejamiento, al parecer simplemente fui un klínex para Él, traté de repetir el ser usado y tirado, y el usar y tirar, pero salió mal... y ahora tengo una orden de alejamiento.

Maldita princesa de la calle del Oeste, que ni es princesa, ni es especial, pero me pegó una venérea y me sorbió la mente.
Puta Puta!

Ahhh Ahora tengo una orden de alejamiento, tendré que contratar su amor disfrazado de príncipe.

miércoles, 14 de marzo de 2012

III - El inquilino de la Jaula

Me río de los que se quejan de que un piso de treinta metros cuadrados, es insuficiente, decía alargando las "es" de la palabra insuficiente, me destornillo con los que viven en la intemperie más absoluta, yo tengo todo el espacio que quiero, mis necesidades completas y el amor más imparcial y absoluto que jamás he sentido, decía mientras movía sonriente la cabeza en un sentido ascendente y descendente intermitentemente hablando. Sus ojos miraban al horizonte, con una expresión de felicidad, que denotaba que ya sabía el final de la historia, que le gustaba ese final, y que en la sombra de su hogar, hacía fotosíntesis siniestras, que le mantenían con vida a costa de su imc algo superior a la media.
Desde que estoy aquí, soy feliz, he podido pensar, tengo un cuenco para beber, un cuenco para comer, y un cubo para el resto de funciones fisiológicas que puede llegar a tener un hombre feliz plenamente, seguía diciendo mientras su cabeza seguía con su automatismo característicos.
Ahora puedo meditar, sin obnubilaciones vanales, ahora puedo respirar, mientras transpiro sin ropa, sólo veo luz en esta oscuridad, ¿cómo podría ser más feliz? preguntaba en alto, con rasgos de sobresalto.
Juegan conmigo todo lo que pueden, decía mientras señalaba marcas de lo que podrían haber sido cigarrillos, mi dueño me quiere a mí y solo a mí, nunca me he sentido más libre que ahora que estoy encadenado.
¿al fin y al cabo amar, no es atarse a una persona de forma absoluta y anclar tu vida en la jaula de una relación? soy feliz porque amo, amo de manera absoluta, pero no confundas, yo no amo, yo no esclavo, yo ladro sólamente si me lo mandan, yo bueno... decía mientras alargaba la "e" de bueno, mientras seguía sonriendo anodinamente mirando el infinito con cara de felicidad sectaria.
Si me compras en una tienda, en un baño, o en una discoteca, no me abandones en una carretera, atropéllame así sufriré menos, decía mientras se frotaba insistentemente contra las barrotes.
Si me conoces y nos enamoramos a los dos días, arráncame el corazón antes de dejarme en una clínica abortiva.
Si crees que me quieres a las 24 horas de conocerme y yo también te quiero, ¿por qué no nos suicidamos juntos? sería tan bonito, tan absoluto, y tan románticamente radical, así nuestro amor no tendrá final... decía con una expresión increíblemente más temiblemente feliz.
PUM! sonó un disparo... y el amor se desparramó por donde debía estar supuestamente, los barrotes de la jaula que encierra el querer a alguien.
¿por qué casi todos buscan o buscamos una llave para entrar en la jaula y luego digerirla lentamente?
alegorías.

II - El coleccionista de Sogas

todo el mundo tiene alguna aficción que no suele compartir con los demás congéneres de la sociedad en la que vive, por miedo a ser la oveja negra, en un rebaño de lobos con minifaldas de lana, así pensaba nuestro protagonista, hombre curtido en el cuero de mil duetos, hombre agitado en las piñatas humanas más diversas, ser lleno de nudos en la garganta, en cuerdas poco vocales, sonoramente hablando. Collares de mil y un tejidos, sábanas santas de cuellos rotos, klínex de cualquier textura, que secaban las lágrimas de sangre yugular de una pieza frágil de porcelana, ébano, o madera según la melanina del encaje.
Le gustaba ser la marioneta, la mascota, el titiritero, el amo, el yoyo, y el tutu, pocas veces el vosotros vosotros. Era un masaje violento, un crujir de vida, un sufrir de placer, un partir de dulzura, y un sentir de luz cálida. Perdía el conocimiento, no se le bajaba la erección. y tenía como recuerdos, de sus contactos con el más allá que pacá, filamentos entrelezados en vudús de sentimientos prohibidos.

Coleccionaba las gargantillas más variadas que se había puesto, pero también buscaba las joyas tiroideas, de cadáveres del siglo xvii, de Salem o de la Inquisición, pero con un beso dulce de fractura, y un último momento pensante mientras el riego cerebral se evaporaba hacia la felicidad más absoluta, parcialmente dolorosa.

Era un experto en hilos, en suturas y en manualidades.
En atar y en desatar.
ni Penélope con su telar, hacía y rehacía tantas veces su aracnoidótica obra.
el Punto P pasó a mejor vida, el con una cuerda daba un punto de sutura sin sutura, que supuraba orgasmos de dolor.
Costurero y Modisto, desde un trágico accidente nadie jamás le ha visto.
alfiletero actual de los gusanos más afilados, vudú con nombre de asfixia autoerótica.

I - El diseñador de ataúdes

ver un ataúd para él era de lo más normal, los peinaba, lavaba, besaba y educaba en las artes fúnebres, los vestía y acolchaba, los quería a su extraña manera, dándolo todo sin esperar nada a cambio, y recibiendo, a cambio, ver cómo otros ocupaban o yacían, en su obra fetichista. todo un suplicio.

sin una expresión identificable en la cara, componía una caja de las más suculentas maderas, frutos de la tierra dispuestos a volver a ella; sus ojeras desvelaban, una estética diferente fruto del insomnio de amor en el que se sumergía cada noche, quedándose a veces sin oxígeno, cuando se le metía serrín por las coanas. la madera de cerezo le encantaba, el ébano le distraía y el abedul lo infravaloraba. Era un arte, una habilidad, el diseñar la túnica de la muerte, justo a su justa medida.

Cortaba, lijaba, pintaba y componía, barrotes dehiscentes fusionados con la cadaverina. botes de fragancias demasiado apetitosas para narices tan lascivas.
componía pentagramas, con golpes sostenidos, en bemoles tallados.

Su amante marchita, siempre le engañaba, hasta que decidió yacer con ella, coronándose como vampiro, Nosferatu o medium de la sensualidad necróptica, y no pudo ser más feliz, al pensar que si un cataléptico despertara, se hayaría tan cómodo que no arañaría a su amante de madera.

Cubiertos de flores y Sedientos de Rosas, así acababan todos, inmersos en la nada, de la tierra con más cipreses, ocultos tras la losa, de frío mármol, en el subsuelo, siendo la puerta a la más incorrupta alegoría.

Pues su trabajo, más que fetiche, era filosofía.