jueves, 19 de junio de 2014

XXXVI - ña ña ña

Arcadas.
Manifestación violenta por el tracto digestivo superior de lepidópteros siameses.
Tedio y hastío.
Autocompasión.
Cera ardiente consumiendo la piel que la sostenía.
Lágrimas de petróleo.
Besos de carbón.
Antracosis de los sentidos.

Trío con Rubens y Botero,
vacío espacio-tiempo,
saltando a la comba entre sogas,
fantasía del caníbal.

Suspiros y risas.
Tornado y brisa.
sin prisa.

Sembrando su camino,
de diversos explosivos,
fosas comunes,
y aludes.

jueves, 20 de marzo de 2014

XXXV - el niño solomillo

El telón se corrió, como de costumbre antes que él. Allí estaba desnudo y sudoroso, acelerado, con el peso de sus amantes sobre sus piernas. El foco iluminó a la foca. Mamífero con mucho de pez, no se sabe bien si trucha o besugo, pero sushi al que se lo comían crudo.

Cien ojos miraban, atentos a cualquier movimiento, sonido o respiración. Y es que el niño solomillo era un espectáculo, vivía su vida como si fuera una broma, profetizando su muerte a los treinta y de algo cardiovascular, rodeado de una manada de gatos negros seleccionados genéticamente.

El niño solomillo sabía que era insoportable en realidad, un pequeño dictador enterrado en un vórtice de grasa. El niño solomillo se apellidaba soledad. No era bueno para nadie, ni para si mismo. Por eso se embutía entre cuatro paredes dejando a las placas de ateroma hacer lo que nunca se atrevería por si mismo. El niño solomillo no se soportaba, ni quería ser soportado, bastante hacían ya todos. Lo único que al parecer sabía hacer era dar pena, pene, calor y frío.

El niño solomillo no creía en el amor, sabía que era un transexual canario, ni en el amor propio. Eso no quiere decir que no estuviera hambriento en una continua caquexia emocional. Pero sabía que no podía aspirar a algo tan bioquímico, pues moriría por el síndrome de realimentación propio de los desnutridos.

El niño solomillo era superficial y al mismo tiempo profundo. Tenía un encanto superficial rico en calorías. Un fenómeno de masas con su propia fuerza de atracción, repulsiva para muchos que entraban en su órbita.

El niño solomillo se reía de todo, entre hipoxia e hipercapnia matutina. Un análisis complejo de algo tan simple. Víctima y verdugo. El público aplaudía, el fenómeno Rosa de OT era algo inexplicable. Grandioso.

El niño solomillo no era amado por nadie, sólo era objeto de la libido de hordas de parafílicos. Un pañuelo de papel, una pelota amorfa de aristas curvas.

Emociones maquilladas en una espiral de frivolidad.

El niño solomillo puede ser cruel con todos, porque lo es consigo mismo.


jueves, 9 de enero de 2014

XXXIV - El Espantapájaros.

Briznas de paja entrecosidas mágicamente decoradas con franela. Un toque rural, campestre y carente de emociones. Una gota de terrorífico, ojos que no ven, corazón que no siente. Sin seso y con plumas decorando su peculiar anatomía tan fibrada. El espantapájaros.

Quería ser profundo, hondo y demiurgo, pero sus argumentos estaban llenos de paja; su cara, afeitada a golpe de rastrillo y sus manos tan hoscas y vulgares llenas de pajas. El espantapájaros.

Todo tipo de animales con pluma reconocían su existencia. Los había que se posaban sobre él valerosos, presumidos en su trayectoria, orgullosos de estar asentados en su hombro. Los había coloridos y ruidosos, sin un trino hermoso, que incordiaban y que picoteaban más que decoraban.
Los había grandes y pequeños. Los había serios y los había regios. Lo que más abundaba era el género de las rapaces, los niños de sus ojos, que se dedicaban a arrancárselos. El espantapájaros.

Entre graznidos, trinos, crascitando los que más, crotorando los que menos.
Aquí el espantapájaros parece el tonto de la historia, pero es el que más pájaros se ha llevado al huerto y del huerto depende de cómo se mire.

Sin esencia ninguna el rey de la cosecha, el Peter Pan de los niños del maíz.
El pescador de hombres definitivo. Segando con su paja migraciones aviares de tanto pájaro.

Y es que con un rey de tal calibre, sólo puede haber un séquito de cuervos. Negros bailarines despiadados, atraídos por lo que reluce, sin miedo a nada, volando a ras del suelo, mujer contra mujer (si no lo pongo reviento).

El fin del cuento queridos niños, es que en el reino de los espantapájaros con séquitos sombríos, dedicaros a la recolección de frutos del bosque y a la ganadería.

Inmóvil en su trono, subido en las alturas, una existencia tan maravillosa y una actividad mental tan rica. Sin corazón, Sin cerebro, pero para muchos entrañable. Y se quema tan rápido.

(Ahora es cuando digo, que esto no es crítica social ni nada por el estilo........... de verdad....... juju )

XXXIII - Hierós

Vomitaba palabras con las manos, rumiaba oraciones complejas con clicks fugaces.
Pintaba con sintagmas lo esmegmático de su fauna interior.
Esculpía sobre papel lo que tejía su entorno.
La percepción, su percepción, un aliento de sensaciones.

Dos caras de la misma moneda, la superficialidad más extrema y la profundidad más mórbida.
Las risas y los llantos.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Construía corazas de cerámica, para encerrar un íncubo de frivolidad.
Sometía la carcajada a base de acidez.

Quería ser amado, acababa siendo poseído. Objeto de calidad insuperable pero barato.
Entre arcadas, reía, entre carcajadas vomitaba.
El mundo era horripilantemente hermoso y delicadamente salvaje.
Cuando Pensaba demasiado, encontraba un vacío dentro de un caos.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.

Eterno debate, cristalinamente opaco.
Brotes floreciendo marchitos, dispuestos a contar un cuento sobre un cáncer no nacido en Julio.
Raíces segadas a contrapelo. Incertidumbres.
Abolición decapitada de emociones demasiado vulgares.
Entrega elegante al cilicio de la autocrítica.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.

Fantasía tridimensional de aquelarre pagano.
Flores de loto del recuerdo.
Laberinto de indecisión.
Una bestia en el centro, con alas y aureola.
Émesis de reflejos en un patíbulo de vanidades.

Luces en la oscuridad, focos para la foca.
Aplausos, sardina y chapoteo de felicidad.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.

Frialdad camuflada en una pira funeraria.

Intentó ser compositor de perversiones guturales.
Pentagramas de safena, goteando a la entrepierna.
Hambre de Amor.

Respondió a la llamada de Noé, pero viajó solo en el arca.
Se comió a Sem, Cam y Jafet; y se cagó en la rama de olivo de la paloma.

Lago cristalino lleno de humor vítreo y negro.

Caníbal sediento de romanticismo, pero alérgico a él.
Un gólem de cera, un ángel de asfalto.
Una masa de barro,
Una mole de basalto.
Una pena con pene.