martes, 3 de febrero de 2015

La rutina asesina

Amaneció enredado entre las sábanas, sudoroso, cansado, pero con ganas de seguir adelante.
Se le ocurrió pensar en cómo sería la vida siendo Nena Daconte, paseando perros patinando puesto de cocaína, pero sus niveles de testosterona masculina le recordaron que gracias a Dios, no era Nena Daconte. 
Se levantó pisando los calzoncillos del día anterior y dirigiéndose a la ducha. Una epopeya troyana, pues casi perece al tropezarse con sus zapatillas en un par de ocasiones. Y llegó a ese suelo frío, azulejos en manada.
Siempre que se miraba desnudo en el espejo, le gustaba imaginar que podía invocar a Verónica, y hablar de sus cosas con una psicópata imaginaria voyeur. Durante esa fantasía, le volvió a venir Nena Daconte a la cabeza "sólo soy esa cara de idiota", "pues la verdad es que si Nena, lo de pasear al perro patinando como si fuera un anuncio de Herbal Essence, es de ser un poco gilipollas".
Tras observar su cuerpo, fantasía perturbada de Botero y golpearse el pecho como un gorila en pleno éxtasis, entró a ese recinto llamado ducha.

Las duchas le gustaban más compartidas, pero al parecer pasaría mucho tiempo antes de volver a compartir una con alguien. Creía conocerse a si mismo, pero probablemente sería un poco Nena Daconte en ese tema al igual que el resto de habitantes de su misma realidad espacio tiempo. 

La ducha, ese paraíso terrenal de agua y olor a limpio, esa situación que predispone a ser agredido por psicópatas o por la anaconda que supuestamente sale del retrete cuando una rubia buenorra hace pis. La ducha, ese lugar en el que por caerte de mala manera puedes matarte. Y es que señores, los bastoncillos de los oídos son arsenal terrorista. Hábitat natural del pato wc y portal temporal a través del cual una señora con pelucas extravagantes trae productos de limpieza del futuro.

Tras secarse tímidamente volvió a su cuarto, donde le encantaba hacer tiempo mientras terminaba de secarse y seleccionaba qué ponerse a lo largo de ese día. Una hazaña bastante difícil de ejecutar. Los armarios están llenos de gays que dicen ser heteros y que tratan de confundirte con su discurso de "soy discreto, tengo novia, pero quiero comerte la polla y que me des por el culo", los armarios, cuevas monstruosas pobladas de zubats infinitos. En el caso de mi armario es más como un montón de ropa que en algún punto de su historia natural estuvo doblada y, o limpia. Hoy en día la plancha había pasado a ser una leyenda urbana y las arrugas se quitaban con bótox.

Continuará

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